martes, 28 de diciembre de 2010

Exhumaciones: Haroldo Conti en Cuba tras las huellas de Hemigway

Ordenando mi biblioteca encuentro el n° 15, de julio de 1974, de la revista Crisis, dedicada en gran parte a la vida y la obra de Hemigway. El artículo más entrañable es el que escribe Haroldo Conti, en el que relata su viaje a Cuba tras las huelas de Mister Pa.
Faltan dos años para que Conti desaparezca en las garras de la dictadura militar. Ya ha publicado sus mejores libros y reconstruye la vida de Hemigway en Cuba como un escritor que busca cómo otro ha construido su universo literario a través de quienes lo conocieron.
Conversa con las personas que han pertenecido al entorno de Hemigway y que aun están vivas, como un empleado del hotel Ambos Mundos, en el que el escritor norteamericano vivía y escribía cuando estaba en Cuba, en la habitación 511.
El artículo está ilustrado con varias fotos. Hay una de la ventana abierta por la que se ve el panorama que el autor de “Los asesinos” divisaba desde su habitación del hotel. Entrevista a Marcelino Piñeiro, el jefe de ropería del hotel Ambos Mundos. El hombre habla de la naturaleza bondadosa de Pa, “que se hacía querer por todo el mundo”.
En ese hotel, Hemigway escribió “Adiós a las armas” y Marcelino lamenta no haber guardado alguno de los borradores que el escritor tiraba a la basura, puesto que escribía a mano sin corregir y luego pasaba los originales a máquina.
También Conti va a Cojímar en busca de Gregorio, el pescador que sirvió 27 años como patrón de El Pilar, el crucero de Hemigway.
Cojímar es un pueblo de pescadores y ahí está el lugar y los personajes que lo inspiraron para escribir “El viejo y el mar”.
Lo que emociona al leer esta nota son las reflexiones de Haroldo Conti, por ejemplo cuando se enfrenta con el busto del escritor hecho con las hélices fundidas de las embarcaciones: “Yo me pregunto qué sentirá el viejo realmente tanto tiempo y tanta historia y ese hombre con el que convivió 27 años ahora montado en una piedra sobre dos fechas y entre las dos un espacio pelado que corresponde a su vida”.
El recorrido continúa en Finca Vigía, al este de La Habana. La fastuosidad de la casa cubana de Hemigway incomoda a Conti, revela la opulencia de un escritor norteamericano que cobraba 15 mil dólares por un simple artículo. Al compararse, Conti, escritor de un país pobre que desvaloriza la cultura, reflexiona: “…nos queda el desvelado orgullo de nuestra inmensa y rebelde pobreza que en algún sentido ayuda a nuestra escritura pues nos mantiene junto al pueblo y nos aleja del privilegio”. Toda una poética de un escritor que siente que acompaña una revolución que nunca va a llegar, nótese que este texto aparece publicado en el mismo mes en que muere Perón y se desata la violencia de la derecha en la Argentina, aparece la Triple A y domina la sombra siniestra de López Rega.
Conti, que amó navegar y describió barcos en “Mascaró” y en otros textos, termina la nota con una alusión a El Pilar, el barco de Hemigway varado en el jardín de Finca Vigía desde que la casa se convirtió en museo. Dice: “Este es el barco que el viejo amó como a un hijo, condenado in memorian a vivir lejos del mar, a navegar nostálgicamente entre arecas y palmeras sobre el césped bien cortado, el último trofeo de aquel incansable cazador.”


.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Los escritores y el viaje (1)


Sarmiento viajaba para constatar sus puntos de vista: viaja en busca de reconocimientos y sus preocupaciones son utilitarias, busca modelos para aplicarlos en América. Es en Mansilla donde se verifica la búsqueda de lo estético. Es el viaje del gentleman que se justifica artísticamente al conectarse con el predominio de una élite. Europa es la culminación y el privilegio.

Mansilla en Europa fundamentalmente gasta, es el viaje consumidor: comida, ropas, palabras, en diversas lenguas.
De la acumulación al ocio, al privilegio, al gasto. La espectacularidad y el narcisismo.
En el seno de la oligarquía federal porteña, surgían contradicciones. Mansilla recuerda las palabras de su padre: “Cuando uno es sobrino de Rosas no lee el Contrato Social, si se ha de quedar en este país, o se va de el si quiere hacerlo con provecho”.

En sus múltiples viajes, Mansilla pasa del viaje del niño al viaje del gentleman.
En “Una excursión...”, sin embargo, Mansilla habla de otro viaje, un viaje al interior, al corazón de la pampa. Ya no es el “más allá”, Europa, es ese otro lugar donde Santiago Arcos, que vive en París, desearía comer una tortilla de avestruz. Igualmente el viaje a tierra adentro se cubre de exotismo, es una incursión al interior, porque viajar, para Mansilla es experimentar contrastes. Mansilla piensa que las clases dirigentes no conocen el país, no llegan a asumirlo como suyo “Yo he aprendido más de mi tierra yendo a los ranqueles que en diez años de despestañarme leyendo opúsculos, gacetillas y libros especiales...”

Con la solidificación del grupo social que dirige el país luego del 1880, el viaje europeo se institucionaliza: ni pioneros, ni precursores, ni aventureros, quienes lo celebran adoptan cada vez más el aire de oficiantes y el itinerario se convierte en ritual. Se viaja a Europa para santificarse allá y regresar consagrado. Se viaja para purgarse, para liberarse del país, de Buenos Aires o de la Argentina. Se va para volver. El cielo reside en Europa, pero la verificación de la sacralidad se realiza aquí. Mansilla cuenta su regreso, la cantidad de curiosos que lo miran desembarcar y lo siguen hasta que llega a su casa.
Los viajeros, en eso consiste el viaje estético, ven a Europa como una torre de marfil (entre el 80 y el 900 Europa se convierte en monopolio del modernismo)

Después del 900, conectado con la crisis del liberalismo señorial y de sus respuestas filosóficas, literarias y educacionales (positivismo, normalismo, modernismo) se pueden verificar otras variantes del viaje estético de los gentlemen-escritores y de los hijos del 80. La fiesta de la belle- epoque ha concluido. El heroísmo y la vuelta al campo contarán con mayores adeptos: la guerra del 14 y la estancia paterna facilitan la elección. El campo es el final y la antítesis del viaje estético. La pampa se convierte en lo esencial y puro frente a la corrompida contingencia de Europa. Los hijos del 80, espiritualista y apolíticos quieren purgar la glotona consumición de su clase. Ese es el regreso de Güiraldes. Regresa para purificarse. No sólo aparece en Güiraldes, también en Oliverio Girondo.
Como toda clase que hace de necesidad virtud, promueven el mito campesino: un telurismo teñido de religiosidad.
(Tomado de Viñas, David, Literatura y política, Buenos Aires Santiago Arcos Editor, 2005)