martes, 24 de febrero de 2009

9° Encuentro de escritores bienal e internacional de Villalonga, partido de Patagones

Por amor a la literatura
En Villalonga comienza la Patagonia y, cada dos años, se inicia una experiencia casi inédita en el país. Una bibliotecaria que desde muy niña supo que a la realidad hostil se la conjura con la imaginación, organiza un encuentro bienal e internacional de escritores. En este caso, el realizado entre el 18 y el 22 de febrero fue el noveno. Y no es poco si se piensa que Villalonga queda lejos de todo y que los que concurren son escritores y artistas que viven a miles de kilómetros de distancia pero que lo hacen porque saben que allí, en ese pueblo cebollero, acosado por la sequía, encuentran un espacio para confraternizar, hacer circular sus trabajos, recibir los premios de los concursos de cuento y poesía, asistir a talleres, escuchar buena música.
La gestora de este encuentro es María del Tránsito Zúñiga, una mujer que un día se propuso que todo el pueblo leyera y, desde la biblioteca de la Sociedad Agrícola Ganadera de Villalonga comenzó a acopiar libros, escribirse con autores consagrados, hacer circular en fotocopias los cuentos de los pobladores que hablaban del mundo y las vicisitudes que les había tocado en suerte. En un silencioso trabajo de difusión de la literatura, creó un taller literario, denominado “Cómplices de sueños” que, desde hace más de dieciocho años, reúne a chicos que escriben poesías y cuentos y participan de concursos en los que han obtenido importantes premios.
“A veces, dice Mary Zúñiga, vienen los trabajadores rurales que pasan dos o tres meses sin regresar a la ciudad a buscar libros. Se los llevan de a dos o de a tres y los devuelven con las tapas ajadas, impregnadas de tierra, pero leídos, y entonces la biblioteca cumple su cometido, dar de leer, alimentar el espíritu, abrir mundos en lugares donde el trabajo es rudo y sin descanso”.
La Biblioteca Raúl Entraigas es un espacio luminoso atiborrado de libros y plantas y, desde una ventana se ven los campos sedientos de lluvia. “Con estos –señala una pequeña biblioteca de libros de la colección Corín Tellado de tapas cien veces abiertas- empiezan los lectores no entrenados, por aquí los entusiasmo.”
Pero la biblioteca es mucho más vasta, tiene ediciones de clásicos y contemporáneos y de los escritores que asisten a los encuentros y dejan sus producciones.
Mary vivió en su juventud en el campo y casi sin instrucción, se convirtió en una lectora voraz, cuando no había libros se conformaba con los diarios que llegaban a su cocina envolviendo los alimentos. Sed de palabra tuvo Mary desde siempre y la fue saciando cuando terminó el secundario de grande y luego estudió la carrera de bibliotecología.
Por sobre todo ama a la poesía, y desde los inicios sintió que esa pasión debía ser socializada. De esa manera empezó por los más chicos que llevaban libros a sus casas y convertían en lectores a sus padres.
Viajera constante llevando a sus chicos poetas a encuentros y certámenes fue conociendo a otros escritores y así ideó los encuentros en Villalonga que se han sucedido ininterrumpidamente desde 1992 y a los que han asistido nombres célebres de la literatura como María Kodama que estuvo en dos oportunidades, el poeta Hugo Mujica, la cuentista Poldy Bird, la poeta Esther de Izaguirre entre otros.
En este último encuentro al que asistí como otros años en calidad de jurado del concurso de cuentos, estuvieron presentes entre otros: Alfonso Nassif, poeta de Santiago del Estero, Ricardo Altamirano poeta y profesor chileno, el fotógrafo platense Xavier Kriscautzky, el narrador Blas Tadeo Cáceres de Comodoro Rivadavia, la poeta mapuche Liliana Ancalao, Virginia Beccaria, licenciada en comunicación que homenajeó a Alfonsina Storni y artistas plásticos “Chelo” Candia, Maggie Koenigsberg y Duilio Pierre que hicieron un mural de homenaje a Alfonsina Storni y a Violeta Parra.
La plaza de Villalonga vio transitar durante cuatro días a más de cincuenta invitados, que se alojaron en un complejo habitacional de la parroquia y en los hoteles del pueblo. El más fascinante, a 7 Km. de la planta urbana, Los gauchos, está contiguo a una laguna de sal cuya soledad evoca las pinturas metafísicas de Giorgio de Chirico.
Como la Colonia Vela de Soriano, la Santa María de Onetti, la Yoknapatawpha de Faulkner o el Macondo de García Márquez, Villalonga parece un lugar ficticio, un extraño paraíso donde los lectores y escritores encuentran su patria.

martes, 17 de febrero de 2009

Sólo recordamos lo que nunca sucedió


Marina de Carlos Ruiz Zafón

Carlos Ruiz Zafón es un escritor de novelas para jóvenes. Conoce todos los trucos para atrapar a cualquier lector, a los desprevenidos y a los entrenados. Pone en su novela Marina (1999) todos los condimentos necesarios para sentarse a leer y no abandonar: dos personajes jóvenes: Óscar y Marina, una mansión casi en ruinas, una ciudad, Barcelona, que aparece descrita más allá de sus sitios turísticos, con callecitas estrechas y penumbrosas, antiguos teatros abandonados, cementerios visitados al anochecer, túneles infectos.
Como en toda historia de aventuras, de la situación de equilibrio inicial se pasa a las complicaciones. Óscar Drai regresa a Barcelona para contar un episodio vivido en su adolescencia mientras estaba en un internado religioso en el periodo que va de 1979 a 1980. En esa época, cuando tenía 15 años conoció a Marina , una chica de su edad que será su compañera a través de las entrañas de la ciudad en pos de revelar el secreto de un personaje misterioso, Mijail Kolvenik, una especie de doctor Frankenstein aún más diabólico, señor de la noche, de la vida y de la muerte.
La novela, pese a abusar de algunos clisés propios del género fantástico y de terror, es capaz no sólo de emocionar, sino también de mantenernos atrapados entre sus páginas hasta llegar a la última, sin pestañar. “Sólo recordamos lo que nunca sucedió”, escribe Óscar cuando ya grande revisa su pasado. Creo que esta novela encierra algunas imágenes memorables de incendios y terrores que son difíciles de borrar.
Otros libros recomendados del mismo autor: La sombra del viento y El tren de medianoche.

viernes, 13 de febrero de 2009

Julio Cortázar a 25 años de su muerte, los lectores seguimos su juego



Hace veinticinco años, un 12 de febrero de 1984, murió Julio Cortázar, un escritor que fascinó a mi generación pero que aún sigue haciéndolo con los jóvenes lectores.
Explicar la dimensión de Cortázar es quizá una tarea sin sentido. El mismo teorizó acerca de las explicaciones en su libro “Un tal Lucas” de esta manera: “En algún lugar debe haber un basural donde están amontonadas las explicaciones. Una sola cosa inquieta en este justo panorama: lo que pueda ocurrir el día en que alguien consiga explicar también el basural.”
Por eso, al margen de la crítica literaria que se encarga de develar los secretos de una obra, la escritura de Cortázar es esa zona fantástica donde el lector, por más desprevenido que esté no deja de hundirse en ella para participar de un embotellamiento en la Autopista del sur, recalar en la isla griega al mediodía junto a Marini, conocer con estremecida crudeza la última miseria del boxeador Justo Suárez, penetrar en el espacio profundo de los axolotl o recuperar las crueldades de la infancia den Final de juego, por recordar sólo unos pocos de sus memorables cuentos.
¿Dónde encontrar a Cortázar sino en cada uno de sus juegos, de sus enigmas alumbrados por la llama de lo fantástico? Las imágenes de la niñez, las calles de un Buenos Aires lejano, el amor como un paraíso a veces negado y a veces concedido, (“porque es preciso que no estemos tan solos, que nos demos un pétalo, aunque sea un pastito, una pelusa”), la vida en el cielo de esa “Rayuela” que fue su novela más renovadora, más deslumbrante.
A Cortázar le gustaba hablar de botellas lanzadas al mar, de mensajes secretos que el escritor envía a la realidad y que ésta los devuelve dándole forma y figura en la imaginación de sus lectores. Por eso, en cada una de sus páginas, tal vez en las entrelíneas, están marcados los caminos secretos que conducen a la comprensión de un hombre que, a los 69 años, dolorido por la muerte de Caroll Dunlop y enfermo, todavía era un gigante joven, con esa juventud que tienen los que no pueden quedarse del lado de acá de la vida.
Impulsor de las insurrecciones populares, simpatizante de la revolución cubana y del sandinismo nicaragüense, defensor de los derechos humanos, ensayista polémico sobre la realidad latinoamericana, Julio Cortázar pensaba sin embargo, que la misión revolucionaria del escritor estaba en escribir bien y ser fiel a sí mismo.
Hace 25 años, Cortázar dejó de escribir en su casa de la rue Martel para que la realidad imitara al arte. Desde aquel domingo de su muerte París se empequeñeció un poco para los lectores que seguimos recorriéndola a través de sus iluminadas páginas.

“Cuando yo hablo de juego- explicó Cortázar en una entrevista- hablo siempre muy en serio como hablan los niños, porque para los niños el juego es una cosa muy seria, no hay más que pensar cuando éramos niños y jugábamos, los que nos parecían triviales eran los grandes cuando venían a interrumpirnos, nuestro juego era lo importante y la literatura es también así, es lo mismo”.
“Es muy hermoso ver cómo juega un gato, cómo juega un perro o cómo incluso juegan los caballos jóvenes. El juego es algo que está integrado a la esencia de la vida, no sólo de la vida humana. Ahora, nosotros tenemos naturalmente la posibilidad de crear juegos, de racionalizarlos, de complicarlos y por ahí los convertimos en sinfonías, en poemas, en cuadros o en novelas”. (Sosnowski, Saúl. Modelos para desarmar, entrevista con Julio Cortázar en Espejo de escritores, 1985)

martes, 10 de febrero de 2009

Aventuras en borrador (fragmento)



Uno

Que dos exploradores de Australia del siglo XIX se mezclen en una aventura de mis diecisiete años, no tiene razón de ser si no te hablo de mi tío Alberto.
Alberto Aguirre era viajante. Vendía libros cuyos catálogos llevaba en una valija de cuero agrietado. Iba de pueblo en pueblo, por el oeste de la provincia de Buenos Aires, a bordo de su falcon modelo '63, que ya por ese entonces, a principios de los años setenta, estaba bastante mal de chapa y el motor por fundirse. Alberto era un tipo imprevisible; cada vez que regresaba tenía una historia nueva para contar. Nunca se las creímos del todo, pero servían para disimular los silencios de las sobremesas que a veces se volvían melancólicos. Mezclaba hechos reales con aventuras extraídas de los libros. Leía con la misma pasión con que solía emborracharse. El alcohol y la lectura eran, según él, dos vicios incurables.
Vas a sentarte, vas a preparar el mate y vas a escuchar hasta el final, Pepe, porque esta historia es a la vez dos historias, o tres, o muchas. Te ves cansado, y yo también. Pero tendrás paciencia, porque las cosas tienen que quedar claras. No sucedió hace poco. Aquellos acontecimientos pasaron hace más de veinte años, cuando yo era joven y creía que la vida podía ser una aventura interminable. En verdad, más que una aventura fue un largo viaje más fantástico que real. Por aquel entonces, soñaba con un destino de película. Las chicas de pueblo vivíamos más a través de lo que veíamos en el cine o leíamos en las novelas, que de las cosas que nos pasaban todos los días. No todas, para ser precisa, pero yo era una de ellas. No imaginaba un futuro común y corriente, un hogar, hijos y la tranquilidad de un televisor encendido frente a una mesa tendida. Quería ser misionera en el Africa, buscar galeones hundidos en el Caribe, alfabetizar a los indios en el Amazonas, o irme para siempre con la troupe de un circo. Quería ser lo contrario a mi vieja que limpiaba y cocinaba todo el día. Ambicionaba desafiar a la naturaleza, inventar una vacuna, figurar en los libros que narran vidas ejemplares.
Pero, un día, mi tío Alberto pegó un portazo en mi casa y se fue para siempre. Había discutido con mi padre seguramente porque le debía plata. Mi tío Alberto, Pepe, era un tipo de esos que convence a todos de que está por realizar el negocio más importante de su vida y después se gasta la plata en cualquier pavada. Ahora le veo ese costado irresponsable, pero en aquel tiempo era para mí un héroe de película, una especie de cow-boy que manejaba al mundo con ternura y rudeza.
(María Cristina Alonso, Aventuras en borrador, Ediciones Colihue, Colección La Movida, 1999)Descripción:
Alrededor de un tío legendario confluyen en esta novela historias del presente y del pasado: amor y locura en tiempos de Rosas, una expedición a Australia en el siglo XIX la fascinación de la narradora por su tío. La intensidad del lenguaje y su imaginación hicieron a esta novela ganadora del primer premio del concurso Colihue la Movida, cuyo jurado estuvo integrado por los escritores Alma Maritano, Ana María Shua, Elvio Gandolfo, Oche Califa y Pablo de Santis