jueves, 24 de diciembre de 2009

Lo que me gusta de la Navidad


De la Navidad me gusta:
El Cuento de Navidad de Auggie Wren de Paul Auster.
Hacer pan dulce que engorda pero que saca sonrisas de gula a todo el mundo.
Abrir los regalos y saber que otros pensaron en mí.
Recordar los pavos rellenos que hacía mi mamá.
Volver a ver, en mi imaginación, a mi padre subido al pino del fondo cortando una rama para armar el arbolito de mi infancia.
El cuento "Un recuerdo navideño" de Truman Capote
Las burbujas del champagne.
La noche encendida de fuegos de artificio.
Brindar por las personas que quiero.
Pensar en amigos lejanos que acaso levanten la copa por mí.

Feliz Navidad.
Cristina

domingo, 13 de diciembre de 2009

Más liviano que el aire, la novela de Federico Jeanmarie


Esta novela se lee de un tirón, con la fascinación de los textos bien escritos, originales, redondos. Como dice García Márquez:“hay que agarrar por el cuello al lector”. Y Jeanmarie lo logra.
La historia es asfixiante. Una vieja de 93 años tiene encerrado en el baño de su departamento a un chico de 14 que le quiso robar. Los términos aquí se trastocan. La aparentemente frágil anciana es la que tiene el poder y lo ejercita. Lo hace obligándole a escuchar la historia de su madre, haciéndole recomendaciones de maestra ciruela, desplegando a través de su voz la ideología de la clase dominante en la que se cruza el anatema sarmientino civilización/barbarie y todos los clisés etnocéntricos que se escuchan en los medios.
El personaje del chico está construido a través de la voz del otro, pero las palabras de la anciana le permiten al lector adivinar su desesperación, su bronca, se desamparo, sus deseos de venganza.
Como lo señala Pablo de Santis, uno de los jurados que premió esta novela, (Premio Clarín 2009) la anciana es una especie de Sherazade perversa que encuentra en esa situación anómala una forma de paliar su soledad y sus miserias. De alguna manera remite a otra historia exasperante, Misery de Stephen King, novela que narra la misma relación víctima-victimario, una lectora fanática que mantiene prisionero a un escritor del que ella es lectora.
En “Más liviano que el aire” la cuestión es más sutil, lo aparente cambia de signo, el victimario se convierte en víctima y debe someterse a la locura de una anciana que dista mucho de ser piadosa y comprensiva, por lo contrario, goza con ese poder que descubre. Ella es la que fija las reglas, la que da de comer o no, y sobre todo, la que toma la voz.
La otra historia incluida, la de la madre, nos remonta a principios del siglo XX, y narra la aventura de una osada mujer que llega al crimen y a la inmolación por el sólo placer de volar en los comienzos de la aviación.
En una Argentina en la que vuelven a escucharse discursos que atrasan treinta años, como los del flamante ministro de educación de Buenos Aires, Abel Posse, la protagonista de “Más liviano que el aire” es un personaje que desnuda el racismo, la incomprensión y la crueldad de una clase social aún hegemónica.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Presentación del libro Cartas de Cecilia


Ayer se presentó el libro Cartas de Cecilia, realizado con mis alumnos de las Escuelas Medias 2 y 4 de Bragado como proyecto para el programa Jóvenes y Memoria de la Comisión Provincial de la Memoria.
Entre los disertantes en el acto estuvieron el intendente de Bragado, Aldo San Pedro, el Prof. Diego Martín Díaz de la Comisión por la Memoria, asi como quienes coordinamos los proyectos presentados en Chapadmalal.

Este libro, relata la historia de Cecilia Luján Idiart, una joven desaparecida en 1977 que participó-junto a otros seis jóvenes- de un extraño experimento de “recuperación” en la Brigada de Investigaciones de La Plata. Este grupo fue asistido “espiritualmente” por el cura Christian Von Wernich quien participaba en las torturas y en los interrogatorios. Los represores permitieron durante un tiempo que las familias los visitaran en cautiverio.
Cecilia fue secuestrada el 16 de diciembre de 1976 y fue vista por sus familiares, por última vez, a fines de noviembre de 1977.
El libro, que ha sido publicado gracias al aporte económico de la Municipalidad de Bragado, está la venta y el dinero que se recaude se destinará al Hogar Mignaquy, una institución que alberga niños en Bragado.

jueves, 12 de noviembre de 2009

La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares


IMÁGENES VIRTUALES



En 1940, Adolfo Bioy Casares escribió una novela que vaticinaba lo que hoy conocemos como realidad virtual. En este siglo, mediático y virtual, la historia de La invención de Morel sigue siendo fascinante, no tanto por su carácter anticipador, sino porque, en el fondo, cuenta la eterna historia de la imposibilidad del amor, la más antigua y dolorosa de las aventuras humanas.
Un fugitivo llega a una isla y se encuentra de pronto frente a hombres y mujeres que bailan y toman el té bajo la lluvia. De la isla se dice que contagia una terrible peste que mata de afuera para adentro, y el fugitivo, debe convivir con los milagros extraños de ver dos soles y dos lunas o de presenciar el prodigio de pasar, sin ser visto, por los visitantes.
Bioy Casares imaginó en La invención de Morel, a un inventor que intenta dar perpetua realidad a sus fantasías, reproducir a través de complicados aparatos regidos por las mareas a las personas que lo acompañaron durante una semana en la isla y conseguir -aunque de manera ilusoria- el amor de una mujer.
En el siglo XXI, las invenciones de Bioy, que por aquel tiempo en que escribió esta novela parecían sólo surgidas de la literatura fantástica o de la ciencia ficción, no parecen tan lejanas. La realidad virtual, es decir la apariencia de las cosas que en realidad no son, inauguran una nueva manera de recrear lugares y fenómenos físicos, pura ilusión, pero esta vez de la mano de la tecnología.
Con la realidad virtual, todo lo que no tenemos o lo que jamás podremos conseguir, estará a nuestro alcance.
Morel inventa un aparato para reproducir imágenes que lucen tan reales como las personas. El complicado mecanismo funciona merced a las mareas y proyecta imágenes grabadas en un disco, que se repite eternamente, imágenes que se corporizan en el mismo espacio en el que un día vivieron las personas que fueron filmadas. El problema con el que se enfrenta Morel es que esas imágenes no conservan el alma. Su ilusión de lograr la inmortalidad se ve, de esta manera, frustrada. Morel, está enamorado de la esquiva Faustine y, para obtener su amor, dispone de la vida de sus amigos que lo acompañan en la excursión a la isla para pasar el resto de la eternidad junto a ella.
La historia está contada por un fugitivo venezolano que se refugia en la isla huyendo de la policía de su país y que, sometido a las privaciones y al aislamiento, se enamora también de Faustine, que mira todas las tardes la puesta del sol. Cuando el fugitivo descubre que todos los veraneantes de la isla no son reales, sino imágenes grabadas en un disco que se repite cíclicamente, su desesperación lo lleva a filmarse junto a ellos para conseguir el amor de la mujer. Pero en ese juego de realidad virtual, descubre que, aunque eternamente las máquinas lo reproduzcan junto a Faustine, jamás podrá entrar en su conciencia, porque pertenecen a mundos y tiempos diferentes.
Lo que Bioy, uno de los cultores de la literatura fantástica, plantea como trama ingeniosa, la tecnología computacional ha desarrollado a través de la realidad virtual, que utiliza los sentidos del cuerpo, la vista, el sonido, el movimiento y el tacto para simular objetos o lugares reales.
Si en la novela, Morel logra reproducir imágenes a partir de complejas máquinas, en la realidad, ahora cualquier usuario portando un casco y un guante de datos puede adentrarse en un mundo tridimensional y manipular objetos en él, generados por la computadora. La realidad virtual, usada en las estaciones de trabajo de la NASA, por los arquitectos para explorar casas que han sido diseñadas pero no construidas, por los animadores de personajes de caricatura y en los salones de juego de video, es un comprobado milagro tecnológico.
Sin embargo, la novela de Bioy Casares, escrita hace mas de cincuenta años sigue siendo fascinante, no tanto por la sorprendente imaginación de su trama, por ese mecanismo de relojería que es su argumento, sino porque la literatura, aún cuando plantee inventos que después se hacen realidad, como le sucedió a Julio Verne, si está bien escrita, seguirá deslumbrando al lector. "Quise ser escritor para contar, en tono despreocupado, historias de héroes que dejan la seguridad de su casa o de su patria y el afecto de su gente, para aventurarse por mundos desconocidos", admitió Bioy Casares cuando agradeció el premio Cervantes. Recorriendo las páginas de La invención de Morel, los lectores seguiremos asombrándonos del prodigio de esos seres que escuchan Té para dos y Valencia, y bailan bajo la lluvia, entre los pajonales, y seguiremos padeciendo junto al fugitivo, todos los peligros que lo acechan en la isla.
Seguramente, el paraíso de la tecnología nos espera con inventos aún más deslumbrantes que el de las imágenes virtuales, acaso también se llegue a fabricar réplicas de seres humanos y de animales, como en la película Blade Runner, un clásico del cine de ciencia ficción. Pero para los lectores de novelas, la historia de un hombre que se deja morir por amor a una mujer, seguirá siendo el más sorprendente de los inventos humanos.

domingo, 8 de noviembre de 2009

VIII Encuentro de Jóvenes y memoria en Chapadamalal








Recordar el pasado y pensar el presente


Durante tres días –entre el 5 y 7 de noviembre- alumnos de tres escuelas medias de Bragado, presentaron el resultado de sus proyectos de investigación en el marco del VIII Encuentro de Jóvenes y Memoria de la Comisión Provincial por la Memoria. En esta oportunidad, viajaron gracias al apoyo económico del municipio, los equipos de trabajo de los polimodales de las escuelas Comercial, Nacional y Normal acompañados por los docentes coordinadores María del Carmen Giuliano, Marita García, Cristina Alonso y Ana Aguilar.
El encuentro que se realiza en el Complejo Turístico de Chapadmalal es un acontecimiento inigualable donde se encuentran más de 800 en cada tanda y son cinco, alumnos de escuelas de la provincia de Buenos Aires que comparten sus trabajos sobre la memoria del pasado reciente y sobre cuestiones del presente, debaten en foros, participan de talleres y hacen escuchar su voz, aprenden a reconocerse en sus diferencias y estrechan lazos solidarios.
Los trabajos que presentaron los alumnos de Bragado versaron sobre el tema de los desaparecidos oriundos de nuestra ciudad. Los alumnos de la escuela de Comercio presentaron un video que indagó sobre las historias de los siete desaparecidos bragadenses y las escuelas Normal y Nacional presentaron el libro “Cartas de Cecilia” que cuenta la historia de Cecilia Luján Idiart.
El encuentro contó con la presencia del Premio Novel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, que escuchó los trabajos y felicitó el compromiso de los jóvenes con cuestiones que todavía no están cerradas en nuestra sociedad.
Año a año, las investigaciones que realizan los chicos sobre las violaciones a los derechos humanos de la última dictadura militar se van enriqueciendo con otras problemáticas del presente. Este año fueron muy conmovedores trabajos que abordaban temas como el gatillo fácil, que cuestionaban los intentos de aplicar leyes que bajen la imputabilidad de los jóvenes, la exclusión social, la historia de los barrios del conurbano bonaerense, entre otros.
También apareció como otras veces distintas miradas de la guerra de Malvinas. Este año participaron alumnos del Liceo Militar San Martín, acontecimiento sin duda trascendente si se piensa en democratizar a las Fuerzas Armadas.
Varios videos fueron conmovedores, como el presentado por los alumnos de la escuela Padre Carlos Mujica del barrio Puerta de Hierro de La Matanza, sobre el tema de la exclusión y la discriminación y una investigación hecha por los alumnos de Agustina, un pueblo situado a veinte kilómetros de Junín que descubrieron que en una comisaría del lugar había funcionado un centro de torturas y posiblemente hubiera enterradas víctimas de la dictadura.
Estas representaciones del pasado y las marcas que van dejando en el presente, trabajadas en la escuela, nos salvan del silencio cómplice o del mero recuerdo repetitivo. Las múltiples voces de víctimas y testigos que entregan sus relatos a los alumnos dejan un espacio para la continuidad, porque quienes las reciben hacen un nuevo relato de tal manera que la memoria pasa de generación en generación.

lunes, 26 de octubre de 2009

Cartas de Cecilia


Con los alumnos de las Escuelas Medias 2 y 4 de Bragado participamos del Programa Jóvenes y Memoria de la Comisión Provincial por la Memoria. El 5 de noviembre iremos a Chapadmalal a presentar nuestro trabajo en el marco del VIII Encuentro.


Nuestra investigación, este año, quedó plasmada en un libro, Cartas de Cecilia, Historia de una desaparecida durante la dicatadura cívico militar (1976-1983).

Cecilia Luján Idiart nació en Bragado en 1955 y fue vista por última vez en la Brigada de Investigaciones de La Plata a fines de noviembre de 1977.


Investigación realizada por los alumnos de las Escuelas de Educación Media n° 2 y n°4 de Bragado:

Francisco Sánchez
Gimena Navarro
Joaquín Riera
Leonor Rodriguez Pratt
Lucía Costa, Pablo Pildain
Magdalena Gianzanti
Nicolás Lamazon
Victoria Juárez

Coordinación y puesta en texto:
María Cristina Alonso
(De la contratapa del libro)

Una tarde o una noche de 1977, una chica de poco más de veinte años escribe una carta para su familia. La escribe con birome en hojas blancas. Su letra, un poco despareja, da cuenta de una escritura que se hace con premura, acaso con desesperación. La chica escribe sobre cosas que, a simple vista, parecen triviales. Pide lana roja y azul para tejer, está haciendo una agarradera porque dice, con eso se entretiene.
En apariencia, leídas a más de treinta dos años del momento en que se escribieron, las cartas de Cecilia parecen inofensivos mensajes de una hija a su familia, las de una chica simple que repite que cree en Dios y que Dios la ayuda y le ha indicado el camino.
Pero no son cartas comunes como no lo fueron las circunstancias en que se escribieron. Este libro, realizado para el programa Jóvenes y Memoria, relata la historia de Cecilia Luján Idiart, una joven desaparecida en 1977 que participó-junto a otros seis jóvenes- de un extraño experimento de “recuperación” en la Brigada de Investigaciones de La Plata. Este grupo fue asistido “espiritualmente” por el cura Christian Von Wernich quien participaba en las torturas y en los interrogatorios. Los represores permitieron durante un tiempo que las familias los visitaran en cautiverio.
Cecilia fue secuestrada el 16 de diciembre de 1976 y fue vista por sus familiares, por última vez, a fines de noviembre de 1977.

jueves, 1 de octubre de 2009

Bartleby contado por una alumna


Leimos con mis alumnos de Polimodal de la Escuela Media 2 de Bragado el maravilloso texto de Melville, Bartleby, el escribiente. El relato está contado desde el abogado dueño de un estudio en Wall Street que contrata a un singular escribiente que sólo dice :"Preferiría no hacerlo", cuando se le pide algo. Finalizada la lectura les di una consigna de escritura: contar la misma historia desde otro punto de vista. Micaela escribió este texto desde el punto de vista de Bartleby.


Yo estaba en la oficina trabajando como lo hacía normalmente. Tenía a mí alrededor un grupo de personas realizando una serie de actividades. Mientras hacía mi labor me gustaba comer galletas de jengibre. Mi jefe me había colocado en un rincón cerca de una ventana que no tenia vista alguna.
Recuerdo que me daba muchas órdenes, que yo prefería no hacerlas. Él se quedaba mirándome sin entender mi actitud.
En la oficina también había otros trabajadores. Turkey era inglés, bajo y obeso. Era el ser mas juicioso y diligente que he conocido.
Nippers era un muchacho de unos veinticinco años, cetrino, melenudo y algo pirático, que padecía una ambición enfermiza.
Ginger Nut, era un muchacho de doce años que coleccionaba cáscaras de nueces.
Los días pasaban y mi jefe me exigía cada vez más para que yo hiciera las cosas. Yo por el momento me mantenía tranquilo y le dirigía mi palabra serenamente.
Yo había estado varios años trabajando en la oficina de cartas muertas, en Washington, y fui despedido por un cambio en la administración, por lo cual había perdido mis esperanzas de conseguir un nuevo trabajo. Tan sólo soy un simple espíritu situado en el más remoto rincón de esta oficina.
Debo decir que el jefe fue amable conmigo, me consideraba un ser extraño y para nada peligroso. Creo que nunca se atrevió a pensar que yo no pertenecía a su mundo.
Recuerdo que Nippers se molestaba cada vez que yo me negaba a cumplir con mi trabajo. Tomaba una actitud violenta, a tal punto que me quería pegar.
La oficina, era como mi casa, permanecía día y noche dentro de ella, por lo cual el jefe cada vez estaba más desconcertado. Claro, porque aquellas personas acostumbraban a trabajar y luego irse a sus hogares, pero yo no. En realidad, ese ser que daba órdenes, el tal jefe, en mi no tenia dominio alguno.
Fue un día en que él se cansó y decidió mudarse a otra oficina. La policía me buscaba a mí pero yo no había hecho más que quedarme tranquilo en aquel sitio.
Me llevaron a la cárcel y me entristecí mucho ahí, yo quería quedarme en el mismo lugar de siempre.
Me ofrecían comida, pero yo la rechazaba. Igual tenía libertad de andar por el patio de la cárcel.
Fue así que decidí volver a morir. Recuerdo los ojos de lamento del jefe, él hizo bastante por mi.
Ahora he vuelto, estoy aquí en la oficina y pienso quedarme y no cumplir con ninguna actividad, sólo comer galletas de jengibre y mirar por la ventana.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Estreno en Bragado de la película Haroldo Conti Homo viator

El jueves 17 se estrenó en el teatro Constantino de Bragado la película "Haroldo Conti .Homo viator" de Miguel Mato, quien estuvo presente.














El homenaje al escritor desaparecido que organizamos desde la escuela Media N°2 y la Municipalidad, se completó con la muestra de fotografías, documentos y cartas "Como un león", de la Comisión Provincial por la Memoria expuesta en el palacio municipal.



Pese a la lluvia asisitió gran cantidad de público.

"El arte es la más intensa alegría que el hombre se proporciona a sí mismo" . "El arte es una eterna conspiración. Es su más fuerte atractivo, su más alta misión.” (Haroldo Conti, Mascaró, el cazador americano")

martes, 15 de septiembre de 2009

Homenaje a Conti en el día del profesor


Con la muestra “Como un león”, de la Comisión Provincial por la Memoria expuesta en el palacio Municipal de la ciudad de Bragado y el estreno de la película “Haroldo Conti, Homo viator” de Miguel Mato, la Escuela Media N° 2 y la Municipalidad de Bragado rinde homenaje al escritor desaparecido, en el día del profesor.
Porque Haroldo Conti tuvo una vida muy intensa y desempeñó varios oficios. Fue seminarista, aviador, guionista de films publicitarios y de largometrajes, vendedor callejero de libros, vagabundo, náufrago, militante político, periodista, escritor y profesor en escuelas secundarias.
El estreno de la película realizada por Miguel Mato el 17 de setiembre adquiere una doble significación: recordar al escritor desaparecido en un acto de memoria y homenajear en él a los profesores secundarios en su día.
Haroldo fue un profesor diferente, como lo recuerda una ex alumna, Ramy Alvarez Freita, cuyo testimonio está registrado en el libro “Haroldo Conti, biografía de un cazador” de Néstor Restivo y Camila Sánchez: “No era lo que se dice un profesor común. En absoluto. A nosotros no dictaba latín, en segundo año, en el 72”. “No hablaba mucho de sus libros. Tanto que muchas compañeras, creo, ni siquiera sabían que al frente de la clase estaba un escritor de muy alto nivel.”
Y la directora del Liceo Nacional n° 7 Domingo Faustino Sarmiento de Buenos Aires donde Conti enseñaba, recordó con horror que una noche encendió el televisor y lo vio a Haroldo Conti entrevistado por Julio Lagos que decía: “Sí, yo dicto en una escuela latín…la verdad es que cumplo la mitad del programa.” Y pensó que al día siguiente iba a tener que llamarle la atención. Como cuando faltaba y ella le decía: “Conti, no me haga tener que pasarle una observación escrita.”
El mismo Conti dirá en un reportaje publicado en el diario La Opinión del 15 de junio de 1975:”… ingresé a la Facultad de Filosofía y Letras y hubo una época de silencio en la que me dediqué a estudiar y, voluntariamente, dejé todo ese tipo de inquietudes (se refiere a sus deseos de ser escritor). Por ese camino acabé siendo un triste profesor de escuela secundaria. Hace veinte años que enseño latín.”
Y reflexionando sobre su situación económica: “Miren mi caso personal; tengo seis o siete premios internacionales y sin embargo mi ingreso fijo siguen siendo los doscientos mil pesos mensuales que gano como profesor de latín en una escuela secundaria. Otros halagos económicos no tengo. Me gusta viajar. Creo que para mi oficio es imprescindible conocer lugares y gentes. Viajaría eternamente, pero los viajes me los tengo que financiar yo, generalmente. De modo que un viaje hacia lo desconocido y maravilloso puede ser irme a mi pueblo, a doscientos kilómetros; es toda una hazaña, pero cuesta muchos pesos.”
Conti se desempeñó como profesor de latín en el Liceo N°7 de Buenos Aires desde 1967 a 1976. Luego de su desaparición, durante dos años se le siguieron computando las ausencias y recién a mediados de 1979, el Ministerio de Educación, envió al establecimiento una notificación que lo declaraba cesante por "abandono de tareas".
Ahora, no obstante, cuando Haroldo ya no está entre nosotros, es un orgullo para la Escuela Argentina que haya dictado clases en sus aulas. Pero como siempre, es tarde.

lunes, 31 de agosto de 2009

Los caminos inventados de Haroldo Conti


Pronto estrenaremos en Bragado la película sobre Haroldo Conti, Homo viator, de Miguel Mato.

Aquí va un artículo sobre su obra que escribí hace un tiempo:


LOS CAMINOS INVENTADOS DE HAROLDO CONTI

María Cristina Alonso


Insospechadamente, un lugar se funda a partir de la escritura, la realidad no deja de ser apenas un apunte, un borrador del cual el escritor se apropia, da vida, corrige, reinventa.
Los cuentos de Haroldo Conti construyen un espacio escriturario sobre la tranquila y sencilla vida del pueblo en donde pasó su infancia y a donde volvió una y otra vez para arrancarle personajes e historias. Como habría leído en Cesare Pavese, autor que influyó en su modelo de escritura, “Un pueblo se necesita, aunque sólo sea por el gusto de abandonarlo. “
Hacia ese pueblo Conti volvía una y otra vez con su mente, es decir con su escritura que era una forma de reinventarlo. Una manera de escribir para que otros existan que de eso se trata, acaso la literatura. “y entonces vuelvo a golpear otra tecla una y otra porque me digo que, después de todo, nadie sabrá de ellos si no es por este viejo artificio”, escribe en Los caminos pensando en sus amigos lejanos. Artificio que el escritor iniciaba en esos “prolijos viajes de la memoria”.
Porque su literatura inicia, desde la memoria, una reconstrucción de un espacio sembrado de objetos, luces y sombras, personajes que viven en la inmediatez del presente pero que pueblan la narrativa de Haroldo que los captaba en sus idas y vueltas al territorio de la infancia. En ese tono siempre evocativo, el paisaje se reinventa, y, cuando uno desanda esos caminos, el eternamente por asfaltar que une Chacabuco con Bragado, cuyo dinero se lo gastaron tres veces distintas administraciones, o se sienta a la sombra del álamo carolina que está en la antigua chacra de Maruca Cirigliano, o visita su casa se encuentra con Haroldo porque como le escribiera a Haydé Lombardi: “allí donde terminan los caminos, allí estoy yo”. Y seguramente viajar hacia esos territorios tiene mucho de encuentro.

La obra de Haroldo Conti está cruzada por los caminos: el que une Chacabuco con Bragado, ese que el tío Agustín atravesaba cada vez que se corría la fondo "Las doce a Bragado", habitado por cuises, liebres y pájaros; el que lleva álamo carolina en el campo de Cirigliano; el que es transitado por el Expreso 25 de Mayo, haciendo escala en Warnes, ese pueblito que lo maravillaba y que describió hasta en sus más mínimos detalles. Y otros caminos que lo llevaban a reencontrarse con los amigos como Paco Urondo, Lirio Rocha o el capitán Alfonso Domínguez o, mucho más lejos, a la Cuba revolucionaria que admiró y en la que recuperó a su leído y admirado Ernest Hemingway. Caminos que lo dejaban en las islas del Delta, donde tenía una casa y de los que habló en Sudeste. Y otros caminos, trazados en la novela Mascaró, el cazador americano, fatigados por el Príncipe Patagón y su loca trouppe circense para encontrar insignificantes pueblos en donde hacer sus fantásticas representaciones. Y acaso un camino final: el que lo llevó el 5 de mayo de 1976 a convertirse en un desaparecido, víctima de la represión desatada por la última dictadura militar.

La escritura, una travesía

La narrativa de Conti se inscribe en una línea costumbrista que viene de Payró y Roberto Arlt, pero que en él adquiere un tono intimista, de morosas descripciones del paisaje, a veces llenas de melancolía. En eso marca una ruptura con las narrativas de Borges y Cortázar que tanto influyeron a sus contemporáneos.
Muchos de sus personajes, que a veces saltan de una obra a otra, luchan por liberarse, por encontrar una senda. Por eso decimos que la obra de Haroldo Conti está como signada por los caminos, por la búsqueda de un destino. En medio de la jaula en la que suele convertirse la vida, el camino ofrece una manera de liberación, de buscar mundo, de huir de lo cotidiano, de la alienación de la vida contemporánea. "Aquí me tiene -dice Oreste, el protagonista de su cuento El último- tumbado a un costado del camino, esperando que pase un camión y me lleve a cualquier parte". Es ese mismo Oreste que en la novela Mascaró, sigue al Príncipe Patagón y a la compañía de un circo buscando también su destino. La vida, entonces, entendida como travesía, como lo explica el capitán del Mañana, el barco que inicia el derrotero: "La vida es una eterna travesía, se erraba desde el nacimiento, ese puertito de luces, tan recogido, tan breve", para después preguntarse: "¿dónde estaba el camino?"
Tal vez porque Conti, que había abrevado en las historias pueblerinas que le contaban sus familiares y amigos, pensaba, como el padre de Todos los veranos, que "su corazón nunca estaba donde estaba el resto del cuerpo". Y por eso era necesario andar, ir y volver, para que, alguna vez, ambos coincidieran.


De Chacabuco y sus alrededores

Para siempre quedarán en la memoria de los lectores esos personajes que Haroldo supo describir en cuentos inspirados en el ambiente pueblerino de Chacabuco o en el camino de tierra que une esa ciudad con Bragado: el tío Agustín (Las doce a Bragado), con el número 14 en la espalda, corriendo la carrera de Fondo las doce a Bragado, corriendo y desistiendo antes de llegar al campo de Cirigliano, pero también ese mismo tío, sentado junto al banco de carpintero, envejeciendo al lado de la sierra y la cardadora; Basilio Argimón, y su empeño por inventar un aparato para convertirse en pájaro y sobrevolar el pueblo y, al fin, estrellarse contra el hotel Unión (Ad astra); el viejo Pampín, el almacenero de Warnes, "un puñado de casitas y tapiales entre los árboles", el mismo que habiéndose olvidado abierta la tapa del sótano que estaba detrás del mostrador, se cayó y hubo que sacarlo con un aparejo; o el loco Seretti, que empezó arreglando los techos para luego quedarse a vivir arriba de ellos (Mi madre andaba en la luz); el maestro Pellice, el cohetero de la zona que, una tarde, se enamoró de la señorita Hayde Lombardi y empezó a escribirle cartas nocturnas que nunca se atrevía a mandar y con las que rellenaba las bombas de estruendo (Perfumada noche); el tío Hipólito y la señorita Adela, atravesando el pueblo para ir a conocer la casa con el jardín y los dos pinos y -junto con ellos- reconocer el olor a tierra mojada que deja el camión regador, ese que tenía un águila de bronce en la tapa del radiador, saltar la acera de ladrillos húmedos, ver a don Italo en la puerta del almacén con el lápiz en la oreja, o al gallego Correa saludar desde el mostrador de la tienda "El mercurio", y hablar del tiempo, de flores, de tulipanes, de espuelas de caballeros, de ciclamen (Los novios).
Cuentos todos en los que nunca pasa nada o muy poco, como en la vida. Lo distintivo de la narrativa de Conti es, precisamente, la construcción de un mundo a partir de una anécdota insignificante, como en Perdido que resume los instantes previos a la salida del tren, en la estación Retiro. Oreste va al encuentro de su tío, que se pone nervioso una hora antes de la partida: "Todos los del pueblo eran así. Apenas llegaban ya estaban pensando en volver". Nada sucede salvo breves diálogos aprendidos en la narrativa de Hemingway: intercambios de noticias, alusiones al paso del tiempo, saludos repetidos y promesas de reencuentros. Pero con esos pocos elementos, se crea un clima, se percibe la inquietud, la desazón que provocaba la gran ciudad.
En otros relatos, no sólo hay un apunte pintoresquista, sino que la mirada se vuelve más descarnada, como en Otra gente: un niño sube al techo a buscar su barrilete que se le ha quedado enganchado en un árbol y, desde allí, descubre un agujero en la chapa que se convierte en un espacio por el que ve a su familia bajo otro aspecto: la tristeza de la madre, las relaciones de la Tere con el peón, la desesperación del padre, el abuelo que, confinado a una silla de ruedas, se levanta para sacar la botella del aparador. Desde ese mirador insospechado, su gente es otra gente, y la existencia mucho más miserable.


Camino de regreso


Haroldo Conti escribió que sus novelas eran testimoniales pero, entre la vida y la literatura, terminaba eligiendo la vida. Quienes lo conocieron cuentan de su interés por los hombres y el mundo y por su sentido de la solidaridad. Fue un hombre que se comprometió con su tiempo y defendió sus ideas. Él creía en el socialismo, admiraba la revolución cubana y sentía que su lugar estaba entre su gente. Sabía que figuraba en las listas negras donde se consignaban los nombres de los intelectuales que iba a arrasar la dictadura. Tenía una invitación para viajar a Ecuador, pero él pensaba que había que resistir hasta que se pudiera.
Su última novela, Mascaró, el cazador americano, marca una coherencia entre su vida y su obra. Allí escribe: "El arte es la más intensa alegría que el hombre se proporciona a sí mismo" y, el Príncipe Patagón, uno de los personajes, sentencia: "El arte es una eterna conspiración. Es su más fuerte atractivo, su más alta misión. Rumbea adelante, madrugón del sujeto humano".
En ella, un grupo de vagabundos arman un circo para ir de pueblo en pueblo, es una novela de camino y sus personajes cambian, porque no sólo cambia el paisaje. Cambian ellos. Oreste, ese personaje que viene recorriendo su obra desde otros relatos, termina encarcelado. Lo torturan, le quitan el nombre, le asignan un número -cero- lo degradan, le dicen, "usted no existe". Con cierta lucidez premonitoria, Haroldo contaba, en 1975, su propio destino. El padre Castellani que, después de su desaparición, logró verlo en Coordinación Federal, refirió que lo había encontrado en una celda en tal estado de postración por las torturas, que no pudo conversar con él.
En el cuento La balada del lamo carolina, Haroldo Conti coloca como epígrafe un anónimo japonés: "Ciruelo de mi puerta,/ si no volviese yo,/ la primavera siempre/ volverá . Tú florece. Haroldo nunca regresó, hoy es uno de lo 30.000 desaparecidos que enlutaron nuestra historia reciente. Sin embargo siempre está volviendo en cada uno de sus textos. Su obra recupera la cultura popular, reseña la historia del trabajo, habla de ese mundo de invenciones, testimonia la modificación de las tecnologías en el ámbito rural, traza caminos en un país marcado por las distancias y la desmemoria.
Un antiguo señalador de caminos, que un día se llevó de lo de Maruca Cirigliano, le está marcando a Haroldo el regreso, a él que es el único escritor que tuvo un certificado de náufrago, que escribió guiones para televisión, enseñó latín y navegó por el Delta y que, el día en que se lo llevaron, había terminado un cuento que tituló A la diestra, en el que algunos muertos de Chacabuco y algunos amigos vivos comían un asado organizado por Dios en una parrilla hecha con rejas de portón. Digo el regreso porque un escritor vuelve cuando nuevos lectores recorren sus páginas. La literatura es siempre un camino de vuelta.

viernes, 7 de agosto de 2009

Robert Louis Stevenson: la lección del maestro


Stevenson fue uno de los escritores más populares del mundo inglés durante los primeros años del siglo XIX. Él pensaba que, las narraciones son para los adultos lo que los juegos son para los niños y, por lo tanto creía que todo buen relato debía repetirse en mil imágenes coloreadas al ojo del que las evocara. Stevenson sostenía que un buen relato debía comunicar una anécdota, un incidente que actuara sobre la imaginación y sobreviviera más claramente en la memoria que los ínfimos detalles de la novela pretendidamente social.

Sostenía que, una obra de ficción es un objeto artificial pero, debe tener la apariencia de una vida propia, representar la realidad. Y que los personajes de ficción son sólo “sartas de palabras y partes de libros”.

Para el escritor inglés la mejor manera de hacer del lector un activo colaborador en el proceso de creación consiste en combinar dos impulsos contrarios: dirigirse hacia abstracciones generalizadas y hacia detalles sorprendentes, por el otro. Un proceso de abstracción y simplificación hace evidente la artificialidad de la obra.

Esos “detalles sorprendentes y misteriosos” hacían excitar la imaginación del lector con detalles fascinantes.

La novela, que es una obra de arte, existe no por sus semejanzas con la vida que son forzadas y materiales sino por su incontenible diferencia con la vida.

Un texto debe permanecer a la vez abierto y ambiguo y precisamente resultará sugestivo por su mismo carácter incompleto.

Stevenson evita el “relleno” propio de la novela victoriana. Al suprimir rellenos impidió que el lector se sintiera a gusto con los personajes, siempre queda la impresión de que se sabe muy poco de ellos.

Sin embargo, Stevenson da importancia al empleo de cierta clase de detalles que clasifica:
1) los que unen distintos momentos de un relato (actuando como leimotivs) o que ayudan a reforzar una escena particularmente importante (y emblemática),
2) y los que llevan al lector a inventar una historia para justificar la presencia de un detalle inexplicable o anómalo. Es decir los detalles que actúan dentro del relato o fuera del mismo.
Ejemplos que da Stevenson: Robinsón Crusoe retrocediendo ante la huella y Ulises doblando el arco: es decir, cuadros vívidos, estáticos. Escenas memorables que graban el relato en la memoria como una ilustración.

domingo, 19 de julio de 2009

La noche en que llegamos a la luna


Cada uno de los de mi generación llegó a la luna de diferentes maneras. Era un 20 de julio de 1969. Teníamos un televisor precario, en blanco y negro que a veces “se veía”, y otras no, gracias a una antena altísima erigida en el techo de la casa y que captaba las misteriosas imágenes y los extraños sonidos del mundo.
Por allí, por ese televisor en blanco y negro que estaba en el gélido y oscuro comedor de mi infancia, descendió Neil Amstrong sobre la superficie lunar. Tal vez esa medianoche le saltó alguna chispa de la estufa donde estaban encendidos los leños y chamuscó su traje plateado. A lo mejor escuchó el ladrido de mi perra de entonces. Era una noche de milagros y la larga espera fue gratificada con las imágenes del descenso que un fotógrafo amigo de mi padre tomó del televisor.
En el 69 tenía catorce años, ya Bradbury había entrado en mi vida y los libros de ciencia ficción que devoraba por aquel entonces empalidecían ante esa imagen, en vivo y en directo, de un hombrecito con escafandra que descendía por la escalera de un aparato un poco más complejo que una lata de tomates.
Recuerdo que mandé una carta a la NASA y me enviaron un sello conmemorativo. No lo conservo. Pero sí han quedado esas fotos que el amigo de mi padre sacó del televisor en tiempos en que la reproducción de imágenes era una cosa compleja, en tiempos en que los prodigios de la ciencia nos dejaban sin aliento.
Todos nos fuimos esa noche de hace cuarenta años, a dormir pisando la luna, aunque nuestras huellas se fueran borrando con los vientos de los años, que ya se sabe, soplan cada vez más fuerte.

lunes, 13 de julio de 2009

El viento del Este trae la voz de Constantino




(Historia del tenor Florencio Constantino contada para niños. Integra el volumen Historia de inmigrantes, de María Cristina Alonso - Marta Pasut, Ilustraciones: Mirella Musri, Colección La Flor de la Canela, Editorial Homo Sapiens, 2005)




A fines del siglo XIX, en los campos del noroeste de la provincia de Buenos Aires, la gente esperaba que soplara el viento del Este para escuchar la voz maravillosa de un vasco que, mientras empuñaba la trilladora cantaba milongas, vidalas y romazas españolas.
Se llamaba Florencio Constantino y había llegado a la Argentina a los 21 años, en 1889, a bordo del barco Le Havre, que había salido de un puerto francés.
Como tantos inmigrantes, él -que había sido minero y obrero metalúrgico- pensó que América era un buen lugar para formar una familia.
Y mientras trillaba el trigo en los campos cercanos a la localidad de Bragado, cantaba y cantaba. Tenía voz de tenor y, como casi todos los inmigrantes vascos, se había adaptado a las costumbres del país. Así que en las pulperías, en los fogones, en las fondas y en los almacenes, Florencio se acompañaba de una guitarra y desafiaba a otros cantores en las célebres payadas . Tan bueno era que hasta un famoso payador, Gabino Ezeiza en su paso por Bragado, lo desafió a payar durante dos días y después contó que había conocido a muy pocos cantores tan buenos como Constantino.
La fama de la voz de Florencio empezó a extenderse por toda la zona, hasta que un obispo en una oportunidad y un concertista de violín en otra al escucharlo cantar le aconsejaron que viajara a estudiar canto a Buenos Aires.
Y así lo hizo. Se buscó un maestro de canto lírico y se presentó en varios teatros de Buenos Aires y Montevideo.
Pero el camino de Florencio iba más lejos aún. Se fue a Italia a seguir estudiando y pronto, ya a principios del siglo XX triunfó en París, Madrid, Polonia, Rusia, el País Vasco, Ucrania, Portugal.
Los tiempos de la trilladora habían quedado muy lejos, ahora era aclamado por multitudes.
Y entonces, se acordó de su pequeño pueblito, Bragado, donde lo habían descubierto y se le ocurrió, que no había una manera mejor de homenajearlo que levantar un teatro lírico en medio de las pampas. Los teatros líricos casi siempre se construyen en las grandes capitales porque en ellos se representan óperas, conciertos y espectáculos de ballet, exhibiciones que requieren públicos muy exquisitos.
Bragado era, por entonces una pequeña población rural de hábitos sencillos. Pero a Florencio no le importó y tuvo razón, porque el día de su inauguración, el teatro estuvo colmado de gente de su pueblo y de los alrededores. Y él cantó con su mejor voz, con toda su alma, porque este inmigrante vasco, que había llegado a la Argentina muy pobre, quería devolver a su gente todo lo que había hecho por él.
El resto de su vida lo pasó en escenarios de Estados Unidos, Europa y México. En esa última ciudad se quedó sin voz. Tuvo una enfermedad en las cuerdas vocales y, privado de cantar que era lo que le daba sentido a su vida, enloqueció. Murió a los 51 años, pero aún sigue vivo en las grabaciones que quedaron en hechas en cilindros “Pathé” y en las grabaciones que hizo para el sello Víctor y Edison Grant.


También su voz quedó en el viento que, cuando sopla del Este, remeda aquellas canciones que Florencio cantaba sobre su trilladora en los tiempos en que todavía era apenas un inmigrante recién venido de España.

jueves, 2 de julio de 2009

DIARIO INTIMO EN TIEMPOS DE EPIDEMIA.


Les propongo a mis alumnos que aprovechen este tiempo de vacaciones forzadas por la epidemia de la gripe A (H1N1) que dejen para la posteridad sus impresiones sobre estos tiempos tan preocupantes.

La consigna es:

Escribí tu propio diario que dé cuenta de cómo vivís estos días de epidemia. Será un testimonio para el futuro, para que se lo cuentes a tus hijos o nietos. Podés incluir noticias extraídas de los diarios, opiniones que escuches en la calle o en la familia y, sobre todo, tus propios sentimientos. Escribilo en un cuaderno que te guste, o en una libreta confeccionada por tus propias manos. Pensá que deberá quedar para el futuro. También podés hacer un blog, pero le quitaría el encanto de guardarlo para leerlo pasados los años.

¿Qué es un diario íntimo?

El diario es un género narrativo en el que el autor va relatando, día a día, los hechos que le ocurren así como sus sentimientos e impresiones. Es el único género en el cual autor y destinatario coinciden.
El hecho de que el diario íntimo no esté destinado a ser leído por otras personas explica la libertad expresiva característica de este género, así como la tendencia a seguir el curso de los pensamientos, sin preocuparse demasiado por la estructura del texto.
La organización interna del diario viene dada por su propia naturaleza: a cada día le corresponde un apartado, que se encabeza con la fecha respectiva.
Hay diarios íntimos famosos como El diario de Ana Frank, una niña judía que debió pasar más de un año encerrada en un escondite en Ámsterdam durante la invasión nazi, el Diario de Zlata Filipovic, un libro que relata su vida durante la guerra de Yugoslavia, de 1991 a 1993. También escritores famosos como: Diario de una escritora de Virginia Wolf y Diario, Katherine Mansfield, entre otros.
Manos a la obra.

domingo, 28 de junio de 2009

La Sissi de Bruguera



Con Marita siempre nos encontramos por casualidad. Tomamos café en algún bar de Buenos Aires o de Bragado porque el azar nos reúne. Marita, que fue mi compañera de escuela primaria, tiene una larga cabellera rubia y lacia que siempre me recordó la de las blondas heroínas de los libros que leímos por aquel entonces. Un pelo de oro como el que imaginaba tenía Heidi o Beth la de Mujercitas. En este nuevo encuentro hablamos de los libros que leíamos cuando teníamos diez u once años. Recordamos las aventuras de Sissi, la emperatriz, una zaga que publicaba la editorial Bruguera y que nos fascinaba. Tenía ilustraciones en forma de historieta que se iban alternando con la historia. El autor de las almibaradas novelas de la princesa de Baviera era Marcel D’ Isard, del que no encuentro ningún dato en Internet.
Hablamos de los libros de los tiempos de enfermedad. Cuando caímos en cama por gripes u otros males, la lectura era el mejor refugio para que las horas de obligado reposo fueran un tiempo productivo. Sin televisor -cuando éramos chicas a nadie se le hubiera ocurrido tener un televisor en el cuarto, los que lo poseían lo entronizaban en la sala y lo encendían por la noche después de la cena- y sin Internet, invento que ni siquiera podríamos haber imaginado en los años sesenta. Porque el futuro para nosotras que leíamos ciencia ficción, estaba plagado de autos que volaban y extraterrestres que recalaban en la tierra, pero ni por asomo, en nuestras mentes y en la de ninguno de los autores que leíamos, aparecía esta maravilla que es comunicarse y encontrar información en una computadora.
Pero teníamos los libros. Marita trae el recuerdo de la colección sobre Sissi, historias dulcificadas que nada tuvieron que ver con la verdadera Sissi, que no sólo sufrió de anorexia y vivió preocupada por su físico, sino que soportó el suicidio de su hijo Rodolfo y murió asesinada con una daga por un anarquista cuando estaba por tomar un vapor que la llevaría a Territet.
Los libros que leímos en la infancia son ese país al que podemos volver a través de sus páginas para encontrar nuestros sueños y deseos de niñas.
Busqué en mi biblioteca. Encontré un ejemplar destartalado, “Sissi en el palacio de las hadas”, con 250 ilustraciones anunciadas en su tapa. Por aquel entonces yo escribía copiando el estilo de D’ Isard, plagado de adjetivos, y los personajes que inventaba eran dulces y silenciosos, se besaban todo el tiempo y la armonía reinaba en el palacio.
Por suerte llegó el desorden de los años setenta y pudimos huir de los estereotipos de esa literatura romántica e idealizada, saltando a otros libros y abandonando a Sissi que se quedó en su palacio, cortando flores y mirándose en los espejos mientras nosotras andábamos, por suerte, en otra cosa.

lunes, 22 de junio de 2009

Hablando de espejos


No hay nada más cruel y a la vez más fascinante que un espejo. Quien no haya sentido su acechanza desde la cómoda de un cuarto o desde un comedor penumbroso no puede entender todos los interrogantes que esa superficie plateada genera en quien se para frente a él. Si en el cuento de Blancanieves, la madrastra interrogaba una y otra vez al espejo para que le dijera que ella era la más hermosa, acaso nosotros, como en el cuento de los hermanos Grimm, debemos interrogarlo para encontrar nuestra identidad..
Hay cierta crueldad en los espejos –nadie como ellos nos muestran el paso del tiempo- pero también, si sabemos ver, nos podemos dejar llevar por su magia. El espejo puede transportarnos a otros mundos -inciertos mundos- y descubrir en ellos las puertas de acceso a otras realidades.
Nadie como Borges sabía de espejos. Para él, los espejos como la cópula eran abominables porque duplicaban las cosas. Imagina el poeta que el espejo puede ser el reverso de La moneda de hierro, y su magia radica en que en la sombra de otros buscamos nuestra sombra. Borges se pregunta en este poema por qué un hombre precisa que una mujer lo quiera. Y en ellos encuentra la respuesta: todos en el amor necesitamos vernos reflejados.
Sería inconcebible un mundo sin espejos, sin su fuerza atractiva y misteriosa. Compañeros inseparables de los hombres, ya en la Biblia se los menciona. Los primeros eran de simple latón o de bronce como los que usaron los egipcios, los griegos y los romanos hasta llegar a los magníficos espejos venecianos que empezaron a fabricarse hacia el 1300.
Habitantes de una realidad intangible, los hombres los hemos poblado de fascinación o tristeza. Porque hay hasta espejos que lloran. Lo dice Pascual Contursi en un tango de 1917, Mi noche triste. En él hay un cuarto abandonado, y todos los objetos aparecen desconsolados por la ausencia de la amada. “Calla la guitarra, la catrera se pone cabrera y la luz de la lámpara no alumbra”. Y ahí está el espejo vacío, tan vacío como el corazón del amante desechado.
En un simple espejo de agua, un día Naciso se enamoró de su propia imagen e incapaz de apartarse, se arrojó a las aguas. El agua corre y lleva nuestras imágenes reflejadas mientras recordamos al viejo Heráclito que hablaba del fluir de la vida.
Y Lewis Caroll nos hizo, junto a Alicia, pasar a través de un espejo donde se veía otra casa con todos los objetos invertidos. Un espejo que se va ablandando como una gasa y nos lleva a un mundo que se disuelve como una clara bruma plateada. La casa del espejo es otra casa siendo la misma. Si miramos los espejos de nuestras casa también podemos ver ese otro lado de los objetos familiares muestran otra cara.
Y están los espejos de la literatura que duplican al mundo, porque la ficción es un simulacro del espejo. Cada página de novelas y cuentos recrea múltiples realidades.
Mirarse en los espejos es también conocerse, repensar y reordenar la memoria. Un país debe mirarse en los espejos de la historia no sólo para saber cuál es su verdadera cara, sino para no repetir los viejos y conflictivos errores. Bradbury, que nos contó en Fahrenheit 451 cómo sería una humanidad sin libros y sin memoria le hace decir a uno de los personajes que logra escapar de la hostilidad de un mundo de olvido permanente que, para reconstruir la humanidad, es necesario fabricar espejos y mirarse. “Construiremos ante todo una fábrica de espejos, y durante un año no haremos más que espejos, y nos miraremos largamente.”
En los viejos cafetines siempre anda rondando el recuerdo de un país y un amor, dice Homero Expósito. Y en la luna azogada de esos espejos brumosos de tantos bares inciertos, van quedando las imágenes de los que ya no vuelven.

jueves, 11 de junio de 2009

Gaiman y la pasión por la lectura: XXV Feria provincial del libro de Chubut


En Gaiman, Chubut, hay una casa de piedra, la primera que dio origen al pueblo construida en 1874 y que aún hoy está en pie. Hay un túnel de 1904 que es una oscura caverna por la que pasaba el viejo tren. Un túnel de más de doscientos metros que atraviesa las bardas y que aún habla de aquellos tiempos en que el ferrocarril dio origen a las ciudades de Trelew y de Puerto Madryn. Hay casas de té que reviven la ceremonia que incorporaron los colonos galeses y donde se puede disfrutar no sólo de esa infusión sino también de la típica torta negra, los escones, el pan casero, las tortas de chocolate y de fruta.
En Gaiman las calles anchísimas están llenas de misterios y de historias de esforzados pioneros que convirtieron a la soledad de la meseta patagónica en un lugar fascinante y de los pueblos originarios, los tehuelches, que compartieron en armonía una difícil geografía. En la plaza pasan los canales que se construyeron en 1867 y que circundan el valle, diseñados para llevar el agua desde el río Chubut a las tierras cultivables.
Como esos esforzados pioneros, la Comisión directiva de la Biblioteca Ricardo Jones Berwyn trabaja cada año incansablemente por amor a los libros, a los escritores y a sus mundos organizando la Feria Provincial del libro de Chubut. Estella Marys Dodd es su presidenta y este año reeditó la número 25. Su lema fue “25 años entre libros y lectores”.
Celebrada del 4 al 7 de junio último, la Feria reunió a un multitudinario grupo de escritores, actores y cantantes que se dieron cita para hacer talleres, leer sus poemas, presentar libros, dar charlas y conferencias.
Instalada en el Gimnasio Municipal, la inauguración contó con la presencia de autoridades provinciales y nacionales. Como no podía ser menos en un lugar donde la literatura circula con naturalidad, en una pequeña ciudad donde no sólo hay una feria del libro de importancia regional sino también un festival anual de canto y poesía, el Eisteddford, el intendente, que es profesor en letras, habló de la locura de leer invocando al Quijote.
Llegué a Gaiman con la sensación de haber arribado a una geografía mítica y desolada. Me encontré con personas amables y cultas. En el marco de la feria di un curso sobre Literatura infantil y juvenil a docentes de la zona - maestras, bibliotecarios- que me demostraron que en cualquier rincón del país, la escuela es el lugar de la esperanza, el territorio en el que la cultura se recrea y el amor a la lectura se comparte. Con los treinta docentes que asistieron al curso -aprobado por el Ministerio de Educación de Chubut - hablamos de la aventura de leer y pensar la literatura que compartimos con nuestros alumnos y sentimos, durante esas jornadas y en el resto de las actividades de la Feria, la potencia liberadora de la palabra.
Actividades como las que ocurrieron en Gaiman reavivan la pasión por la lectura, el deseo de democratizarla, de hacerla libre y abierta para todos.
La noche del domingo, mientras subía al avión para emprender el regreso, miré la enorme luna que alumbraba el paisaje patagónico y pensé que las imágenes y las historias que llevaba en mi memoria no se iban a borrar más.
Con la misma pasión que trajeron los galeses llegados en el velero Mimosa en 1865, los integrantes de la Comisión organizadora de la Feria trabajan año a año para hacer tangibles los mundos de la imaginación.

martes, 2 de junio de 2009

AL SUR DE LA FRONTERA AL OESTE DEL SOL de Aruki Murakami

Sobre el final, esta novela de Murakami propone varias lecturas. Uno puede leerla como una novela de enigma, Shimamoto desaparece y su vida extraña, misteriosa queda para que el lector resuelva esos misterios barajando posibilidades: padecía una enfermedad terminal, era víctima de alguien a quien debía su existencia, etc. Pero puede leerse también como una novela sobre la identidad y Shimamoto es un personaje de ese otro mundo, el de los sueños, el de los deseos insatisfechos, el de los conflictos existenciales, creación de la imaginación de Hajime.
Si hacemos una lectura desde lo fantástico –todo obra es plurisignificativa y susceptible a múltiples interpretaciones- podemos pensar en los rastros que va dejando el autor para decirnos que su amiga reencontrada es algo así como la encarnación de sus tendencias autodestructivas: el sobre con el dinero que le dan al protagonista el día que la sigue y que, años después no puede encontrar, la misteriosa desaparición de Shimamoto de la casa, la noche que pasan juntos, el manto de misterio que envuelve su vida y sobre todo las alusiones a la sensación de vacío y atracción hacia la muerte que describe el protagonista en dos ocasiones cuando está con ella.
En el título acaso está la clave, las fronteras siempre son no lugares, espacios de vacío. Hajime llega a la frontera de su propia existencia pero no la traspasa, se recupera y rearma su vida. Es esa frontera de irrealidad que le propone esa relación, es ese punto que media entre realidad y fantasía y que a veces nos confunde. Al oeste del sol alude a la historia de los campesinos de Siberia que caminan hacia el oeste sin pensar en nada, como se supone lo hará la propia Shimamoto.

Desde esta lectura, la novela nos habla de la incertidumbre de la vida y de los momentos en que la realidad nos hace navegar en esas fronteras donde a veces, solo a veces, reencontramos el camino de regreso.

viernes, 29 de mayo de 2009

Lewis Carroll, Alicia y el gato de Cheshire


Lewis Carroll (1832-1898), el autor de Alicia en el Pa¡s de las maravillas y Al otro lado del espejo, era un profesor de matemática de la Universidad de Oxford. Escribió además otras obras, la mayoría de ellas sobre matemática. También fue el primero de los grandes fotógrafos y sus fotos de niños, en particular de la pequeña Alice Liddell, que fue la protagonista y la primera lectora de sus dos grandes libros, tienen un encanto y una maestría técnica que fue admirada por los fanáticos de la fotografía.
Nunca se casó, era profundamente religioso y prefería vivir apartado del mundo exterior. Pero las aventuras de Alicia bastaron para darle fama.
Su verdadero nombre era Charles Lutwige Dodgson.
Charles Dodgson fue designado profesor de matemáticas en la Iglesia de Cristo donde permaneció hasta 1881. Un amigo suyo, el doctor Liddell tenía tres hijas pequeñas a las que Dodgson solía entretener y contar cuentos. Una de ellas era Alicia. Una tarde, le piden al Reverendo que les cuente un cuento disparatado. As lo hizo y a Alicia le gustó tanto que le pidió que lo escribiese.
En recuerdo de aquella tarde Dodgson escribe Alice's Adventures under Ground, título que tiene el primer manuscrito que es de 1864, luego de ser conocida como Alicia en el País de las maravillas y que se publicará en 1865.
Puede considerarse como antecedente de la literatura de Caroll el procedimiento del nosense que era ya clásico en las nursey- rhimes. En español el nosense tiene su equivalente en el despropósito o en el disparate. En Inglaterra había sido cultivado por Edward Lear en su Libro de los disparates y m s disparates (1862), Canciones y cuentos absurdos (1871), Líricas risibles (1877) entre otras.
Es más, cuando Alicia Liddell le pide a Carroll que cuente un cuento disparatado, es porque los niños ingleses de la época estaban familiarizados con la literatura nosensical, disparatada o absurda.
El libro fascinó a la reina Victoria y las estadísticas señalan a Alicia como uno de los libros más traducidos y ha sido llevada al cine en varias adaptaciones. La Alicia del cuento vendió el manuscrito que le regalara Dodgson en 15.000 dólares.

Entre los extraños animales personajes de la famosa obra de Lewis Carroll, aparece el Gato de Cheshire, un gato que habla y sonríe permanentemente. También tiene la capacidad de aparecer y desaparecer. Cuando deja a Alicia indicándole dónde queda la casa de la Liebre de Marzo desaparece empezando por la cola y terminando por la sonrisa, hecho que hace expresar a Alicia: "­¡Qué bárbaro! Muchas veces vi gatos sin sonrisa, pero ­una sonrisa sin gato! ­En mi vida había visto algo más raro que eso!"
Los diálogos que sostiene el gato de Cheshire con Alicia son absurdos, el gato hace juegos de palabras en los que predominan los adverbios que le confieren al diálogo un contenido indeterminado. Alicia le pregunta a dónde tiene que ir, y él le contesta con palabras como "alguna parte", "hacia allá " "llegaste hasta acá”. En realidad el gato está convencido de que allí están todos locos, incluso él. Según los críticos las respuestas del Gato son un tratado de lógica en su simplicidad.
Según estudios eruditos, la expresión "sonríe‚ como un gato de Cheshire" era corriente en la época del autor. Los quesos de esa región inglesa solían tener la forma de un gato con una sonrisa pintada encima, de donde Carroll, que había pasado la infancia en ese lugar, tomó ese nombre para su personaje.

domingo, 24 de mayo de 2009

La colección Veinte escalones Destacados de ALIJA

La Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina anunció los “Destacados de ALIJA”, galardón con el que la entidad distinguió a los libros sobresalientes entre los editados en Argentina durante el año 2008.
Para esta edición de los “Destacados de ALIJA”, el jurado estuvo integrado por Patricia Berdichevsky (Ciudad de Buenos Aires), Patricia Bustamante (Salta), Mónica Klibanski (Provincia de Buenos Aires), Serena Jara Melagrani (Córdoba) y Diana Tarnofky (Ciudad de Buenos Aires)
Entre los destacados figura la Colección Veinte escalones, de Editorial Comunicarte. Dirección: Carolina Rossi. Córdoba, 2008.






miércoles, 6 de mayo de 2009

Idea Vilariño: Ya no


El amor es ese intrincado espacio donde suceden las imposibilidades, los deseos, los dolores, las carencias. La poesía da cuenta de su desquiciado paso por nuestras vidas, de su ser sin correspondencia, del lento testimonio de la ausencia. Lo que pudo ser y no fue. Pero pocas poetas lo han dicho como Idea Vilariño, que ha muerto el 28 de abril pasado, a los 89 años en Montevideo. Perteneció a la generación de poetas del 45 y sus versos desgarrados dieron cuenta del viaje hacia el centro del dolor que le propuso su relación con Juan Carlos Onetti. Este amor hoy es un mito literario y está sintetizado en su poema "Ya no"

Ya no
Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si será verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni quién fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy yo más que yo
para siempre
y tú
ya
no serás para mí
mas que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.

Poeta uruguaya nacida en Montevideo en 1920.Además de poeta, fue crítica literaria, traductora, compositora y educadora.En 1985, tras la dictadura, obtuvo la Cátedra de Literatura Uruguaya en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República.De sus traducciones sobresalen los trabajos realizados sobre Shakespeare, reconocidos ampliamente por la crítica. Su personalidad y sus convicciones la llevaron durante muchos años a rechazar cualquier tipo de promoción de su nombre y de su obra. A pesar de ello, obtuvo varios premios internacionales y ha sido traducida a otros idiomas. Sus poemas, dotados de gran musicalidad, se agruparon en títulos como «La suplicante», «Poemas de amor», «Nocturnos» y «Poesía».Falleció en Montevideo en abril de 2009.

domingo, 19 de abril de 2009

El país de los domingos



Hay un país donde siempre es domingo, donde permanentemente cae una llovizna fría y el cielo se cierra, plomizo, sobre las casas. Un lugar donde habitan los pesimistas de siempre y toda la gente triste de las novelas. Tipos como Plhilip Marlowe en su peor noche de borrachera o mujeres insatisfechas como Emma Bovary. Es un país donde siempre la noche se aproxima aún más amenazante que el día y donde no hay impermeable que abrigue de tanta inclemencia. En ese país, en el que siempre es domingo y llueve, la gente pierde las esperanzas, los memoriosos se olvidan de la historia, los desesperados de amor sienten que se ahogan de pena. El domingo es ese territorio donde todo se esfuma irremediablemente y parece que no hay consuelo.

viernes, 3 de abril de 2009

Muñeca rusa de Alicia Dujovne Ortiz

Alicia Dujovne Ortiz nos tiene acostumbrados a una prosa ágil y llena de humor. Lo de ella es, evidentemente, la novela biográfica. Basta recordar algunas obras de esta autora: “María Elena Walsh”, “Maradona soy yo”, “Eva Perón: la biografía”, “Anita cubierta de arena”, entre otras. “Muñeca rusa” (Alfaguara, 2009) es la historia de África Las Heras, alias Patria, una española que fue espía de la Unión Soviética en tiempos de la guerra fría. Una mujer que seduce en París al escritor uruguayo Felisberto Hernández, se casa con él y monta una red de espionaje que se extiende por toda América latina. Si bien la vida de África es fascinante de por sí, lo interesante de la novela es su construcción, su trabajo intertextual con la obra de Felisberto, el andamiaje que la autora va edificando en torno a un personaje que vive en un mundo dual en el que es una mujer dulce y servicial y a la vez un despiadado soldado de la revolución.
África es una muñeca rusa, una mamushka que esconde otras en su interior y por encima de ella, un personaje ficticio, Oleg, su jefe que, desde las sombras, va escribiendo la vida que la espía debe vivir. Oleg es un demiurgo, un titiritero que maneja los hilos de una mujer que hasta el último momento, creerá en su misión revolucionaria y no se permitirá dudar aun cuando quienes la rodean van cayendo en las purgas stalinistas o en el descreimiento que anticipará la Perestroika.
Como un segundo autor de la historia, Oleg representa la contradictoria sensación del escritor que crea a un personaje y lo va acompañando a medida que vive, involucrándose él también en la historia que cuenta. Oleg, como cualquier narrador, no vuelve a ser el mismo después del acto creativo, un narrador que se da el lujo de escribir “sobre la carne de sus personajes”.
El escritor singular que fue Felisberto Hernández -elogiado por Cortázar- autor de cuentos surrealistas en los que los objetos y los seres se fragmentan en múltiples pedazos conformando un universo único en la narrativa rioplatense, aparece en la novela de Dujovne genialmente retratado a partir de los misterios de su vida y de su obra. Alguien que escribió: «Yo estaba destinado a encontrarme sólo con una parte de las personas, y además por poco tiempo y como si yo fuera un viajero distraído que tampoco supiera dónde iba». Y así aparece encontrándose sólo con una parte de África, mirando sin ver la otra muñeca que anida en ella.
Una novela fascinante más allá de la historia increíble de una coronela que simula ser modista y ama de casa, fascinante por su lenguaje que juega con la ironía y con el absurdo, que teje un mundo de apariencias y realidades y que mantiene al lector expectante hasta la última página.


miércoles, 1 de abril de 2009

Manuel Puig: un escritor y sus voces

Manuel Puig fue uno de los escritores argentinos más importantes del siglo XX. Un escritor que pobló sus novelas de voces que hablan de cosas sin importancia, pero en las que sus personajes cargan sus deseos y frustraciones, sus fantasías que traen evocaciones de películas, radioteatros y revistas con estrellas de cine. Los personajes se muestran al desnudo con sus propias voces y revelan su condición de gente común de clase media, pueblerina. Manuel Puig profesaba una admiración profunda por el cine, y como en él, trata de eliminar al narrador, que la historia se cuente sola, a través de los personajes. Hay quienes ven en la escritura de Puig un cierto parentesco con los guiones cinematográficos. Sin embargo, hay una diferencia evidente, en los guiones siempre se cuenta una acción, en cambio en las novelas de Puig impera la muestra de lo detenido: una carta, un diario íntimo, una foto.

Manuel Puig murió lejos de la Argentina, en Cuernavaca, México, a los 58 años como consecuencia de una operación de vesícula. Hoy es considerado uno de los escritores más importantes de la segunda mitad del siglo XX y todavía su literatura es absolutamente innovadora y original.
Aunque sus obras se convirtieron en best- sellers y se llevaron al cine, al teatro o se convirtieron en óperas, sus comienzos no fueron nada fáciles.
Hay que considerar que nació en un pueblo del noroeste de la provincia de Buenos Aires, General Villegas en 1932.
Desde muy chico sintió fascinación por el cine, al que iba todas las tardes con su madre a ver las películas de Hollywood que lo hacían vivir en un mundo de sueños. Dijo alguna vez: «Crecí en la pampa en un mal sueño o más bien un mal western». Pero en realidad nació en un cine o mejor, en una casa de sueños.
La atmósfera represiva, machista de su pueblo y el cine fueron dos ingredientes de la realidad que le sirvieron a Puig para crear su original mundo narrativo.
El pueblo que inventa en sus dos primeras novelas, La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas es Coronel Vallejos una reproducción casi fotográfica del pueblo en el que el escritor había vivido de niño: General Villegas. "Lo que daba prestigio en Villegas era humillar a las mujeres, reivindicar la fuerza del macho. Por eso de chico anhelaba ir al cine, donde la bondad, el sacrificio y la humildad eran premiados", declaró Puig cuando ya era un autor consagrado.
Puig es uno de los escritores argentinos más importantes de su generación y su influencia en la nueva narrativa latinoamericana crece día a día. Leopoldo Torre Nilson llevó al cine Boquitas pintadas su novela mas famosa en 1974 (Alfredo Alcón y Luisina Brando fueron los protagonistas). Babenco llevó al cine El Beso de la mujer araña en 1985 y el mismo Puig hizo la adaptación cinematográfica de su novela Pubis Angelical, film que dirigió Raúl de la Torre en 1982.

Puig estudió cine en Roma durante los años sesenta y se cruzó con la literatura cuando se sintió un director fracasado. Reivindicó desde un discurso erudito la cultura popular. Se tuvo que exilar a principios de los años setenta.
Manuel Puig renovó la novela y su narrativa aún luce joven y vigente. Sus textos, que fueron traducidos a muchos idiomas, hoy son leídos y estudiados en las carreras de humanidades de muchas Universidades de América Latina.

Novelas de Manuel Puig: La traición de Rita Hayworth (1968)-Boquitas pintadas (1969) ,The Buenos Aires Affair (1973),El beso de la mujer araña (1976)-Pubis angelical -1979)-Maldición eterna a quien lea estas páginas (1980), Sangre de amor correspondido (1982), Cae la noche tropical (1988)

miércoles, 25 de marzo de 2009

"Desmemoria de esperanza" en la Escuela Media n° 2 de Bragado


El fotógrafo Xavier Kriscautzky mostró su audiovisual “Desmemoria de La Esperanza” a mis alumnos de la Escuela Media n°2, en una serie de actos destinados a conmemorar el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Este trabajo contrapone imágenes de un ingenio de Jujuy, La Esperanza, tomadas en 1906 a aborígenes que trabajaban en él y que Kriscautzky encontró en el archivo del Museo de Ciencias Naturales de La Plata con las que él mismo sacó cien años después, en 2006 en las que se ve la misma situación de pobreza y exclusión.
El trabajo de Kriscautzky está plasmado en un libro que publicó el Ministerio de Educación de la Nación y en un audiovisual que permite ejercitar la memoria. Estas fotos nos hablan de cómo miraban los científicos de principios del siglo XX a los pueblos originarios, con total impudicia y racismo, y nos hace reflexionar sobre constantes ideológicas que vienen de vieja data en nuestro país, nos posibilita destejer el nudo entre liberalismo y militarismo en Argentina que llevó a la represión de todo aquel que se considerara un “otro”. Si como dice David Viñas en su libro “Indios, ejército y frontera” los indios fueron los desaparecidos de 1879, época de la campaña del desierto, vemos cómo la historia Argentina se configura en un doble genocidio: el de los indios en la campaña militar al desierto y el de los desaparecidos de la última dictadura militar.
Dice Kriscautzky con respecto a las fotos halladas en el Museo de La Plata: “Hay muchísimos desnudos. El científico que hacía desnudar a los indios en la fotografía no lo hacía por una necesidad de la antropometría, que se basaba en estudiar las medidas del cráneo y rasgos faciales. Lo hacía para hacer su trabajo más atractivo a la vista al espectador. O sea que los desnudaba sólo por el hecho de generar un marco erótico en las imágenes, cuando al mismo tiempo en Europa se había prohibido la venta de fotografía pornográfica”.
El documental puede verse en: http://www.xavierkriscautzky.com.ar/paginahtml.html