Siempre me gustó escuchar a la gente contar sus historias de vida. Los relatos autobiográficos fueron el origen de muchos de mis libros. Creo que todas las vidas son interesantes aunque a veces parezcan hechas de pura rutina, porque el hecho de existir es, de por sí, una aventura apasionante que bien merece la pena quedar registrada.
Hay una historia grande, con mayúsculas, que es la colectiva, ¿pero por qué no pensar que las pequeñas historias individuales, que también están llenas de anécdotas apasionantes, luchas desmedidas, días de alegría y momentos memorables merecen quedar para el futuro?
Así, escuchando a la gente, me encontré con un oficio fascinante: la escritura a pedido.
Una familia organizaba una cena en la que se iban a encontrar varias generaciones y era necesario investigar las raíces, hablar de aquellos abuelos inmigrantes que llegaron a hacer la América...
Una sobreviviente del Holocausto quería testimoniar su calvario en los campos de concentración nazi y no podía poner en palabras ese horror...
Un abogado que nació con parálisis cerebral necesitaba dejar el testimonio de su lucha por ganarle a la discapacidad para que sirviera a otros que tenían sus mismos problemas...
Una incipiente empresa familiar necesitaba armar una página en Internet y quería contar la historia de sus ancestros...
Una abuela cumplía ochenta años y sus nietos pensaron en regalarle un libro con su biografía...
Una adolescente cumplía quince años y su madre solicitó un libro original con las mejores fotos de su hija y una historia en la que la adolescente fuera protagonista...
Una mujer pidió el relato de la historia de su casa, que era muy antigua, en la que había pasado momentos mágicos...
Historias todas que se fueron convirtiendo en libros. Algunos publicados por editoriales, otros confeccionados artesanalmente por mi equipo de diseño.
Casi sin darme cuenta me había convertido en una escritora a medida. De la misma manera que mi mamá, una modista de barrio, transformaba en preciosos trajecitos, tapados y blusas a medida las telas que sus clientas le traían. Ella, sentada en las interminables tardes de mi infancia frente a su máquina Singer. Yo, junto a mi computadora escribiendo los recuerdos de la gente que me lo solicita.
Sin lugar a dudas, la única manera de luchar contra el olvido es a través de la palabra y de las imágenes que se van atesorando a lo largo de la vida.
Mi tarea es hacer que la vida de la gente perdure en el tiempo. Así nació Textos a medida, un emprendimiento que comparto con mi hijo Manuel.
En general, los pedidos son regalos sorpresas que los destinatarios suelen calificar como invalorables. Es emocionante ver el impacto que causa recibir como obsequio, el día en que se cumple cincuenta años, por ejemplo, una biografía propia ilustrada con las fotos más insólitas.
El trabajo se hace según las indicaciones de quien lo contrate, con entrevistas a las personas que puedan aportar los datos fundamentales.
Si se trata de una biografía, se recrea el contexto social, cultural e histórico en que esa vida se ha ido desarrollando, y se incluye el árbol genealógico.
Muchas veces, las historias que nos han contado nuestros mayores se van perdiendo a medida que pasa el tiempo. Un libro que las registre interesará a los jóvenes, porque la propia identidad se construye en la búsqueda de las raíces, con ese discurso familiar que es necesario preservar.
Los libros que hacemos tienen la fascinación de las historias pequeñas, las historias de la vida cotidiana. A través de ellos sabemos cómo eran nuestros abuelos, qué aroma tenían los patios florecidos de antaño, cómo se deslizaban los atardeceres de la infancia, cómo eran las costumbres, las modas y los entretenimientos de nuestros mayores, cómo nació determinado negocio o cómo se fundó una empresa.
En sus recuerdos, la gente exhuma la intangible consistencia de la memoria y deja, a través de su palabra, las voces que seguirán resonando en el futuro.
Hay una historia grande, con mayúsculas, que es la colectiva, ¿pero por qué no pensar que las pequeñas historias individuales, que también están llenas de anécdotas apasionantes, luchas desmedidas, días de alegría y momentos memorables merecen quedar para el futuro?
Así, escuchando a la gente, me encontré con un oficio fascinante: la escritura a pedido.
Una familia organizaba una cena en la que se iban a encontrar varias generaciones y era necesario investigar las raíces, hablar de aquellos abuelos inmigrantes que llegaron a hacer la América...
Una sobreviviente del Holocausto quería testimoniar su calvario en los campos de concentración nazi y no podía poner en palabras ese horror...
Un abogado que nació con parálisis cerebral necesitaba dejar el testimonio de su lucha por ganarle a la discapacidad para que sirviera a otros que tenían sus mismos problemas...
Una incipiente empresa familiar necesitaba armar una página en Internet y quería contar la historia de sus ancestros...
Una abuela cumplía ochenta años y sus nietos pensaron en regalarle un libro con su biografía...
Una adolescente cumplía quince años y su madre solicitó un libro original con las mejores fotos de su hija y una historia en la que la adolescente fuera protagonista...
Una mujer pidió el relato de la historia de su casa, que era muy antigua, en la que había pasado momentos mágicos...
Historias todas que se fueron convirtiendo en libros. Algunos publicados por editoriales, otros confeccionados artesanalmente por mi equipo de diseño.
Casi sin darme cuenta me había convertido en una escritora a medida. De la misma manera que mi mamá, una modista de barrio, transformaba en preciosos trajecitos, tapados y blusas a medida las telas que sus clientas le traían. Ella, sentada en las interminables tardes de mi infancia frente a su máquina Singer. Yo, junto a mi computadora escribiendo los recuerdos de la gente que me lo solicita.
Sin lugar a dudas, la única manera de luchar contra el olvido es a través de la palabra y de las imágenes que se van atesorando a lo largo de la vida.
Mi tarea es hacer que la vida de la gente perdure en el tiempo. Así nació Textos a medida, un emprendimiento que comparto con mi hijo Manuel.
En general, los pedidos son regalos sorpresas que los destinatarios suelen calificar como invalorables. Es emocionante ver el impacto que causa recibir como obsequio, el día en que se cumple cincuenta años, por ejemplo, una biografía propia ilustrada con las fotos más insólitas.
El trabajo se hace según las indicaciones de quien lo contrate, con entrevistas a las personas que puedan aportar los datos fundamentales.
Si se trata de una biografía, se recrea el contexto social, cultural e histórico en que esa vida se ha ido desarrollando, y se incluye el árbol genealógico.
Muchas veces, las historias que nos han contado nuestros mayores se van perdiendo a medida que pasa el tiempo. Un libro que las registre interesará a los jóvenes, porque la propia identidad se construye en la búsqueda de las raíces, con ese discurso familiar que es necesario preservar.
Los libros que hacemos tienen la fascinación de las historias pequeñas, las historias de la vida cotidiana. A través de ellos sabemos cómo eran nuestros abuelos, qué aroma tenían los patios florecidos de antaño, cómo se deslizaban los atardeceres de la infancia, cómo eran las costumbres, las modas y los entretenimientos de nuestros mayores, cómo nació determinado negocio o cómo se fundó una empresa.
En sus recuerdos, la gente exhuma la intangible consistencia de la memoria y deja, a través de su palabra, las voces que seguirán resonando en el futuro.